top of page
  • Foto del escritorNatasha Drago Grisak

La pérdida de Estatus durante la migración

La mayoría de las decisiones que tomamos en la vida son con la intención de solucionar un problema, encontrar una satisfacción, conseguir un logro o perseguir un deseo. Sin embargo, rara vez nos encontramos con decisiones tan grandes, que afectan muchas áreas de nuestra vida y a pesar de que mantienen el mismo horizonte, nos encontramos con ganancias pero también con pérdidas.


La migración es una de ellas. Es difícil encontrar sólo ganancias: inevitablemente algo perderemos, y atravesaremos algún tipo de duelo. Es por eso que Joseba Achotegui -reconocido psiquiatra español- comenzó a estudiar el duelo migratorio. Se trata de un duelo diferente a los demás, en el que podemos llegar a atravesar hasta siete pérdidas. Aquí puedes encontrar el artículo donde abordamos esta temática en líneas generales.


En esta oportunidad nos centraremos en una de ellas: La pérdida del estatus, con el objetivo de poner palabra a aquello que transitan muchos emigrantes, que angustia mucho y que escuchamos bastante en el espacio terapéutico.


¿Qué es la pérdida de estatus?


La pérdida del estatus es una pérdida multifactorial, ya que puede afectar el área laboral, pero también social y económica.

Y ahora ¿a qué llamamos status? se trata de una construcción que vamos realizando en el transcurso de nuestra vida, y se refleja en lo que hemos estudiado, en nuestra profesión u oficio, el tipo de trayectoria laboral que hemos tenido, el estilo de vida que manejamos, el círculo de personas que frecuentamos. Una vez en el país de acogida aparece la pregunta “¿quién soy si ya no trabajo más en ese lugar, no ejerzo esa profesión o no veo a las mismas personas?”


Factores importantes como el idioma del país de acogida pueden traernos consecuencias negativas. Si no conocemos el idioma y lo hablamos de forma fluida, no solo nos afectará en la búsqueda de empleo sino también a la hora de generar vínculos e integrarnos a la nueva comunidad. La pérdida de estatus empieza a manifestarse tanto psíquica como físicamente produciendo angustia, frustración, baja autoestima, decaimiento, descuido de nuestro cuerpo y síntomas físicos de ansiedad, entre tantos otros.


A estas situaciones, algunas veces le damos interpretaciones extremas, como “estoy pagando el derecho de piso”, “no puedo trabajar de lo mío”, “no me permiten homologar mi título”, “siento que retrocedí”, “allá tenía una casa y ahora no puedo sostener ese estilo de vida”, “no puedo aprender el idioma, me bloqueo cuando lo intento hablar”, “no quiero salir de casa”. Si que duele, y mucho…


Nos encontramos con una realidad que se siente como un baldazo de agua fría. Teníamos una ilusión que no corresponde con la realidad. Ilusión que lamentablemente alimentan las redes sociales, mostrando lo maravilloso de emigrar, pero ocultando el “lado b”. Esa parte donde cuesta, duele, nos produce miedos y dudas sobre la decisión que hemos tomado tiempo atrás. Ese ocultamiento no nos permite sentirnos acompañados, porque aquello que no es mostrado es igual a no vivido. Y lo que necesitamos como emigrantes es no sentirnos tan solos en esta aventura.

Muchas veces se migra en base a estas idealizaciones, que si bien en parte son necesarias para motivarnos con el nuevo comienzo, también llega un momento en que deben caer y debemos construir nuestra realidad con nuestros propios sentidos.


¿Cómo abordar la pérdida del estatus?


Hemos mencionado anteriormente que “el estatus es una construcción que vamos realizando en el transcurso de nuestra vida” y creemos que en esta frase está la clave: ¿Cómo nos posicionamos ante esta pérdida y qué lectura hacemos de nuestra circunstancia?


Para algunos, es la oportunidad que los impulsa a reinventarse, a encontrarse con otros intereses, deseos o sueños. Para otros, que aún reconocen que el camino elegido en el país de origen lo siguen eligiendo, tendrán que transitar un recorrido que puede ser más difícil pero no imposible. Trámites burocráticos, largos tiempos de espera, estudiar postgrados o maestrías, pero sobre todo mucha paciencia y tiempo.


Por ejemplo, haber realizado una carrera laboral en una empresa y decidir emigrar, nos enfrenta a una nueva cultura de trabajo, otros códigos en la forma de hacer, otros requisitos. La cultura empresarial también nos va forjando como trabajadores y podemos sentir que no encajamos en el nuevo lugar. Nos tendremos que amigar con la idea de transitar una nueva curva de aprendizaje. Desapropiarnos de lo aprendido, para incorporar aquello que nos brinda un nuevo trabajo, una nueva posición laboral.

La barrera idiomática también forma parte de esta curva de aprendizaje, a veces no es nuestra profesión, sino que nos podemos encontrar con la frustración de que lo que hemos estudiado o de lo que sí tenemos experiencia sea muy requerido en el país de acogida, pero que si no manejamos el idioma, será difícil que nos contraten.


Tiempo al tiempo, que cuando hablamos de emigración, nos encontramos con una escalera que parece interminable pero no lo es. Tal vez tengamos que empezar por ahí, por aprender el idioma que será la puerta no sólo a construir nuestra inserción en el mundo laboral, sino que además nos dará grandes logros migratorios: nuevos vínculos, libertad e independencia para manejarnos en la comunidad, eso también es estatus..


Yo y mis emociones


No nos confundamos. Es legítimo sentirnos mal, sentir miedo, frustración, angustia, tristeza, ansiedad y todo aquello que puedas sentir. La idea no es reprimirnos, sino alojar nuestras emociones, permitirnos transitarlas. Ser paciente en un espacio terapéutico también es aprender a desarrollar la paciencia.

Sí, siento todo esto y está bien. En mi caso, me recibí en 2014 de psicología en la UBA (Universidad Nacional de Buenos Aires), migré en 2018 y recién este año (2022) logré colegiarme en el Colegio de Psicólogos de Catalunya. Pero en estos casi cinco años, lloré y pataleé, me enoje conmigo y con el lugar que yo elegí para vivir; soy responsable de mis emociones, de eso no hay duda. Pero también aprendí a cambiar mi posición, a ver mi proceso migratorio y profesional con otros lentes. El lente de la paciencia y que el tiempo es subjetivo. Pasó tan lento y tan rápido a la vez, cada momento de angustia parecía interminable. Sigo guardando mi anillo, ese que dice “esto también pasará”.


No importa cómo realices tu nueva construcción, lo importante aquí es que seas tú el artesano de tu vida, que seas el alquimista de tu propia fórmula mágica. Al final, lo importante es encontrar tu comodidad y que el relato que armes te encuentre con un sentido aliviador.



Escrito por Natasha Drago Grisak

Psicóloga y emigrante







251 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page