Uno de los temas más recurrentes en la migración es el trabajo - o su búsqueda- en el país de acogida. Se trata de una de las temáticas más abordadas en las consultas de los pacientes emigrantes y/o por emigrar. En este sentido, suelen aparecer miedos e incertidumbre en relación a la búsqueda laboral, dificultad de integración en los trabajos por la barrera idiomática y/o cultural, pérdida de estatus profesional que sufren algunos emigrantes y sus posibles consecuencias, entre otros.
¿Por qué afecta tanto este tema? ¿Cómo atraviesa el “trabajo” nuestra subjetividad? ¿Qué relación hay entre trabajo y migración? ¿Qué podemos hacer para mantener una estabilidad emocional en relación a esta temática migrante?
Una mirada psicosocial sobre el trabajo
Hoy, el trabajo es asumido como una actividad clave para la autonomía del individuo, no sólo porque a partir de él se obtienen los medios para vivir sino porque nos permite ser un eslabón activo en la sociedad. Ocupa un lugar central en aspectos de la vida personal, familiar y vecinal, configurando formas de relación que permiten la transformación del mundo a través de la relación consigo mismo, con la naturaleza y con los demás. El trabajo también es una actividad creadora, para algunas personas es el medio para realizar aquellas actividades que disfruta, ya sea asistir a un curso de pintura o cocina, salir a pasear con su familia, viajar, etc. Para otras personas el trabajo en si es la "creación final", esta vinculado a sus intereses y valores y encuentra ahí también el disfrute, son las llamadas profesiones o vocaciones. En estos casos es importante tener cuidado y limite para que el trabajo no ocupe "todos los espacios".
Jahoda, psicóloga social austriaco-británica, afirma que hay cinco funciones latentes en el trabajo:
Impone una estructura de tiempo
Implica relaciones con personas que son ajenas al grupo familiar
Vincula al individuo con metas y propósitos
Proporciona un estatus social y clarifica la identidad social
Requiere una actividad habitual y cotidiana
Estas cinco funciones son fundamentales para mantener una estabilidad psíquica y emocional. El encontrarnos desempleados produce un deterioro de la salud mental, baja autoestima, disminución de estatus social y falta de proyección a mediano y largo plazo.
El trabajo en la migración
Cuando decidimos emigrar a otro país nos encontramos con un proceso difícil de abordar, lleno de incertidumbres y miedos. Para poder llevarlo a cabo, la mayoría de las personas deben tomar pequeñas decisiones pero sumamente importantes: ahorrar lo máximo posible, renunciar a trabajos, dejar un hogar, mudar una familia entera, entre otros. El trabajo no solo dignifica sino que nos estructura. Ser adultos, en general, nos invita a sostener un rol que llega para quedarse: “trabajador/a”.
En la migración a veces tardamos varios meses en volver a ocupar ese rol, su ausencia nos deja desnudos y expuestos, esa sensación de que algo fundamental nos falta ¿Cómo no angustiarnos o desestabilizarnos por momentos?
Durante este proceso aparecen grandes desafíos que pueden variar dependiendo el país donde hemos elegido vivir: aprender un nuevo idioma, la falta de red de contactos, estar lejos de nuestros seres queridos, la idiosincrasia, las formas culturales. Nos encontramos con la necesidad de investigar hasta cuáles son los portales de búsqueda de empleo que se utilizan en ese lugar, la manera de hacer el curriculum y atravesar un proceso de selección. Sí, son muchas cosas las que enfrenta un emigrante. No es sencillo, pero tampoco imposible. Sin embargo, atravesar todo esto se convertirá en un proceso de autodescubrimiento y valoración, de gran crecimiento personal.
El trabajo trampolín
Son pocos los emigrantes que se trasladan a otro país con trabajo, es un privilegio que te da algunas profesiones relacionadas como por ejemplo con el mundo IT, salud y sectores no tan conocidos pero sí muy requeridos como es el ámbito petrolero y marítimo, entre algunos otros.
Muchos otros se encuentran con un panorama diferente: contar con ahorros para el alquiler de un piso o habitación y esperar el tiempo necesario para tener la documentación habilitante para trabajar. Ese lapso puede variar, y aunque la persona que decide migrar lo sabe, poco significa cuando lo vivimos en primera persona y comienza a afectarnos.
Llegar a un país tampoco implica conocerlo. En mi caso, emigre a un país y a una ciudad que jamás había visitado. A pesar de ser parecida a mi país de origen, para mi fue un cachetazo. El trabajo trampolín me salvó.
Pero ¿qué es? Es un trabajo que no es el soñado, ni mucho menos, pero permite insertarse en el mercado laboral, crear nuevas relaciones interpersonales, conocer aspectos culturales como las costumbres, formas de vincularse, festividades y celebraciones, etc. También aumenta la autoestima, dignifica y sobre todo permite respirar y parar, tomarse el tiempo para reencontrarse con uno mismo/a luego de tantos meses en estado de alerta y piloto automático.
El trabajo trampolín permite barajar y dar de nuevo: empezar a proyectar, plantearse nuevas metas. Tal vez no sea el trabajo de tu sueños, pero es el primero en ese país, tiene buen sabor y quizá en el futuro lo recuerdes con amor.
Escrito por Natasha Drago Grisak
Psicóloga y emigrante
Comments