¿Alguna vez has sentido dudas con respecto a tu decisión de emigrar? ¿O culpa después de haber iniciado tu proceso migratorio? ¿Te has sentido extranjero en el lugar donde elegiste vivir? ¿Has sentido impotencia por no poder estar en tu país de origen en momentos importantes?
Las contradicciones del emigrante, ese cúmulo de sensaciones que muestran la división interna entre "ser", "estar" y "querer" que habita en nosotros. Contradicciones que vienen a enseñarnos que todo no se puede, que algo siempre falta, y que en la ganancia también hay perdida.
En líneas generales, la mayoría de los que emigran siguen eligiendo aquella decisión que han tomado en su momento. Sin embargo, esto no quiere decir que no sientan “las contradicciones del emigrante”.
La Duda
Que difícil es tomar la decisión de migrar y más aún llevarla a cabo. Las ganas están, el proyecto de vida en el extranjero empieza a hacer eco en nuestro interior. Sin embargo las dudas empiezan a aparecer. ¿Por qué el ser humano duda tanto a la hora de tomar decisiones “importantes”? Por el miedo a la pérdida. Cuando apostamos, el salto puede ser grande pero la caída también. Entonces, por miedo, nos quedamos paralizados. Quien no avanza, no gana pero tampoco pierde. Sin embargo, eso tiene un costo alto… la insatisfacción.
La duda puede funcionar como motor, como cuestionadora … pero también puede afectarnos, paralizarnos, en fin, actuar como impedimento. Las dudas excesivas nos enfrentan a una situación de incertidumbre e inseguridad. Los pensamientos y creencias negativas empiezan a flotar en la superficie de nuestra consciencia y no nos permiten avanzar ya que en nuestra mente, se presentan los peores escenarios. Podemos planificar mucho nuestra migración, pero si sostenemos la duda, es posible que nunca lleguemos a tomar la decisión.
¿Si no me adapto allá? ¿Si no consigo trabajo? ¿Y si gasto todo el dinero que con tanto esfuerzo
ahorre?
La duda puede aparecer también durante la vida del emigrante, ya sea porque más allá de los motivos que nos impulsaron a vivir en el extranjero, tenemos que sostener esa decisión, re eligiendo el lugar que hemos escogido o trasladarnos a otro sitio para encontrar lo que fuimos a buscar. Puede suceder principalmente los primeros años, durante los cuales se realiza el proceso de adaptación y el duelo migratorio.
Sentimiento de culpa
¿Quién no ha sentido alguna vez La Culpa? Una de las cosas que amo de mi profesión de psicóloga es encontrar en los relatos de los pacientes las contradicciones que tienen que enfrentar por haber decidido vivir en otro país. A veces la felicidad de nuestra elección, queda opacada con la aparición de otros sentimientos y la culpa es uno de ellos.
La culpa es un pequeño látigo que mortifica, a algunos más que a otros. Para ejemplificar, es la incapacidad de saborear nuestro gusto preferido de helado, por el simple hecho de que el otro no ha podido comprarlo.
En cuestiones migratorias, el no estar compartiendo la vida cotidiana con la familia (padres, hermanos), puede ser uno de los motivos impulsados por la culpa que nos coarte nuestros deseos, ya sea impidiendo la toma de decisión o provocando el retorno al país de origen. Otros pensamientos o interpretaciones con gran carga culpógena son: el sentir que le estás arrebatando a tus padres “el crecimiento de sus nietos”, no estar físicamente en momentos importantes, lo que nos produce el irnos y que nuestros seres queridos se queden.
El sentir culpa siempre está relacionado con un “otro”, generándonos tristeza, angustia, auto reproches que nos ubica en un lugar de deudor/a ante la mirada del Otro. Aceptar que la decisión de migrar esta vinculada a nuestro deseo y que lo seguimos eligiendo a pesar de, es la reacción más genuina y sana para disminuir o callar ese sentimiento de culpa.
Ser extranjero
"Dicho de un país, que no es el propio". Ser extranjero es encontrarse con diferencias, con la ausencia de lo que es propio y la presencia de lo nuevo. Nos remite a nuestra relación con el país de origen y también con el país de acogida, a recuerdos y a experiencias actuales. Por lo tanto cuando uno emigra se encuentra y reconoce con el hecho de ser Extranjero.
La sensación de ser extranjero puede sufrir muchas variaciones e intensidades. Ya que, como dice Miquel Bassols i Puig "el grado de extranjería depende más de allí donde estoy, que de dónde soy o de dónde vengo", porque impacta mucho el reconocimiento del otro.
Para ejemplificar, si dos personas se reconocen extranjeras estando en un país que no es el suyo, entonces ya no son tan extranjeras la una para la otra. Se identifican a partir de esa categoría que los hace diferentes- ante la mirada del otro- pero a su vez iguales. Tal vez, este sea uno de los motivos, por el cual cuando emigramos, inconscientemente nos relacionamos con otros "hermanos extranjeros", ya sean de nuestro país de origen o no.
Tener el preciado pasaporte de la UE, permiso de residencia o algún que otro visado que nos permita vivir en otro país, nos da muchos derechos, pero nada tiene que ver con nuestra identidad e historia. El acento nos delata, y a pesar de ser “español” o “italiano” nos reconocen como argentinos, colombianos, venezolanos. Este es otro ejemplo en el que se percibe, que ser extranjero nada tiene que ver con documentos o permisos... sino de reconocimientos.
Sentimiento de pertenencia
¿Hay momentos que te sientes en el limbo? ¿Esa sensación de no ser ni de acá… ni de allá? Muchos emigrantes se identifican con esta frase, que denota la ambivalencia del sentimiento de pertenencia. Durante el proceso migratorio, nuestra identidad transita una serie de transformaciones, producto de la integración al país que nos acoge. Que esto suceda, es necesario para sentir una pertenencia al lugar.
El sentimiento de pertenencia es una construcción que empieza a desarrollarse en los primeros años en el seno familiar. En nuestra adultez, ya de forma más estructurada, el sentido de pertenencia es el conjunto de sentimientos, percepciones, necesidades, afectos y vínculos que van construyéndose a partir de las experiencias y de las prácticas cotidianas desarrolladas por las personas o los grupos en los diferentes espacios de vida.
Como emigrantes, vivimos cruzando el puente que hemos construido entre nuestro país de origen y el país donde hemos elegido vivir. Esperamos con ansias ese viaje que nos retorne a nuestro origen aunque sea de visita, sin embargo pasadas algunas semanas comenzamos a sentir la necesidad imperiosa de volver a “casa”, sensación que se mezcla con la angustia generada por la inminente llegada de las despedidas con amigos y familiares. ¡Si pudiéramos tenerlo todo… pero no se puede!
Querer estar
Como nos enoja no poder estar en momentos importantes… “se casa mi mejor amiga y no puedo ir”, “está por nacer mi sobrino y quisiera estar allá en ese momento con mi hermana”. El querer estar allá y acá al mismo tiempo es de las contradicciones más grandes que siente el emigrante.
Agradecemos estar en el país que elegimos vivir, lo disfrutamos, valoramos muchas cosas que en nuestro país de origen no teníamos, como la tranquilidad, la seguridad, la calidad de vida y estabilidad económica… pero cuando de cuestiones afectivas hablamos, la cuenta no nos cierra.
En las ganancias también hay pérdida, es el costo del emigrante. Tendremos que aprender a tolerar el no poder estar en esos momentos, o aplicar nuestra creatividad para sentirnos más cerca aún estando lejos.
El duelo por el fallecimiento de un familiar, amigo o ser querido, es uno de esos episodios. Enojo, angustia, sentimiento de culpa, sensación de vacío que deja esa persona que ya no estará entre nosotros . Las emociones mutan y nos atraviesan tanto, que es difícil expresar en una palabra todo aquello que sentimos. En un duelo, es importante tener una red de contención, poder abrazar y alojarse mutuamente con aquellas personas que están transitando el mismo duelo que yo, elaborar esa perdida, y con el tiempo lograr adaptarse emocionalmente a la nueva situación.
En relación a este tema, me he encontrado con muchas variaciones, ninguna mejor que otra, ya que cada uno elabora el duelo como puedo con lo que tiene: están quienes la distancia les ha ayudado a duelar mejor esa pérdida, porque se han acostumbrado a estar lejos y sus últimos recuerdos están impregnados de vida. ”Prefiero quedarme con esa imagen, con ese recuerdo tan lindo”, “La recuerdo así, viva y feliz”. Y están aquellos que necesitan estar para realizar ese proceso. “Me duele tanto no estar, no poder abrazar a mis padres” “Se que no voy a llegar, pero igual necesito ir unos días al menos”.
Sin embargo, ¿Cómo realizar un duelo a la distancia? este es un factor que generalmente afectar al emigrante o expatriado. Por lo que poder expresar sus sentimientos, abrirse a un otro y permitirse el apoyo emocional que nos brindan nuestros allegados en donde estamos viviendo, puede disminuir la sensación de soledad en la que estamos inmersos. Por otro lado, utilizar los medios tecnológicos para estar cerca de quienes están transitando el mismo proceso que nosotros, es muy beneficioso emocionalmente. Lo más importante es tener una red de contención o acompañamiento, no exigirnos estar bien todo el tiempo y aceptar que es un proceso largo.
Pregunta final
¿Qué otras contradicciones has sentido como emigrante? ¿Te sientes identificado/a con algunas de las que he nombrado? ¿Qué herramientas usas para sentirte mejor?
Tu comentario es muy valioso, ya que nos permite abrir el tema y debatirlo entre todos.
Escrito por Natasha Drago Grisak
Psicóloga y emigrante
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