Cada vez se escucha más hablar de ansiedad y de ataques de pánico. Cada vez son más las personas que experimentan sensaciones de ansiedad, pero ¿Qué es la ansiedad? ¿Cómo tratarla para que no afecte nuestra vida?
En los tiempos actuales la ansiedad, junto a la depresión, son los padecimientos más abordados en la salud mental. Esto no quiere decir que antes no existieran, pero si hay que aceptar que hay algo vinculado a la forma en que vivimos en la sociedad actual que potencia estos padeceres. El hecho de estar más “centrado en el futuro que en el presente” nos lleva a anticiparnos, a preocuparnos sobre situaciones que aún no existen.
Si pensamos la relación entre temporalidad y estos dos padecimientos nos damos cuenta que la anticipación acerca de un futuro incierto está más vinculado a la ansiedad, mientras que el anclaje a un hecho del pasado y la dificultad de ver un futuro posible está más relacionado a la depresión.
Como cualquier afección la ansiedad tiene síntomas, la persona con ansiedad puede presentar los siguientes síntomas somáticos (síntomas que se expresan en el cuerpo): dificultad para respirar, cierto ahogo, miedos mentales, sudoración, aumento de las palpitaciones, cansancio, entre otros.
La primera reacción de toda persona ante esta situación será acudir al médico de cabecera, quien le enviará a hacerse estudios médicos para detectar el origen de tales síntomas. Si los estudios han dado resultados normales, se producirá una derivación, que dependiendo de la gravedad de los síntomas puede ser: psiquiátrica, si los síntomas dificultan mucho la vida de la persona, o en una derivación psicológica, si los síntomas son denominados “leves” - lo que no quiere decir que no haya padecimiento o sufrimiento-.
En este artículo, hablaremos de la ansiedad y su tratamiento psicológico a partir del psicoanálisis.
¿Qué es la ansiedad?
En primer lugar, la ansiedad expresa un exceso de tensión libidinal no descargada, como señal de un peligro emocional inconsciente, es una manera de expresar la angustia utilizando la vía corporal. Es importante destacar que la ansiedad solemos asociarla a algo negativo, cuando en realidad su presencia en cantidades bajas es favorable. Gracias a ella detectamos peligros reales en el medio ambiente y respondemos a ello de forma positiva.
Para ejemplificar, los animales sienten ansiedad cuando detectan un peligro real, se sitúan en estado de alerta y hasta pueden vomitar lo ingerido para sentirse livianos y poder ser más veloces para escapar de su depredador. En los humanos, sucede lo mismo pero en otro tipo de situaciones. Las experiencias y vivencias nos permiten poder detectar peligros reales y cambiar nuestra respuesta para "sobrevivir" ante situaciones tales como detenernos para no ser victima de un accidente vial o cambiar nuestro recorrido cuando caminamos solos por la noche en un lugar "inseguro".
Sin embargo, cuando sobrepasa el umbral normal, el exceso de tensión libidinal es demasiado alto y las sensaciones nos producen malestar, la ansiedad empieza a ser perjudicial. La ansiedad, en estos casos, aparece en diferentes circunstancias sociales o personales, donde no hay peligro “real”, es decir, interpretamos la situación como peligrosa cuando en realidad no existe un peligro objetivo.
Para ejemplificar, una persona que está sufriendo una crisis de ansiedad puede que salga de su casa para realizar una de sus actividades cotidianas y comience a tener los síntomas ansiógenos en la vía pública, empieza a sentir sequedad en la boca u opresión del pecho en el transporte público, ante estas situaciones asocia que “salir de su casa” le produce ansiedad y responde a ello con conductas de evitación: solo sale con una botella de agua, o evita utilizar transporte público.
Como vemos cuando se produce un estado ansioso que sobrepasa el umbral normal, comienza a verse afectada la libertad del individuo para desenvolverse en su vida, la persona comienza a evitar situaciones producto de la interpretación cognitiva, este pensamiento que irrumpe, el de asociar que se seque la boca con el transporte público, no lo cuestionamos, reaccionamos en base a él y no nos damos cuenta que estamos ante una crisis de ansiedad. Este tipo de comportamientos de continuo llevan a que la ansiedad se vuelva crónica.
Miedo al miedo
A partir de lo desarrollado, la persona cae en un estado de vulnerabilidad o fragilidad. No sabe cómo salir de esta situación-bucle, y aparece la sensación de tener miedo al miedo. Todo aquello que antes se hacía fácilmente, cuando la ansiedad prevalece, es cuestionado. Dudamos de salir de casa, de utilizar transporte público, de hacer las cosas de nuestra vida cotidiana, aparecen pensamientos negativos, que son difíciles de cuestionar, ya que nuestra seguridad e imagen que uno tiene de sí mismo penden de un hilo.
En terapia el paciente expresa el miedo que se tiene al mismo miedo, esto habla de un yo empobrecido cansado de luchar día a día contra algo que no logra detectar, desea salir de esa situación, pero su estado actual le hace dudar de su posibilidad. ¿Podré salir de este estado de ansiedad? ¿Tendré que convivir con ella toda la vida? La dificultad se agrava porque el paciente no puede dilucidar una salida posible del estado en que se encuentra, no puede volver al estado de equilibrio mental y emocional, lo que produce que sienta mayor angustia por lo que el bucle no se corta.
La otra cara de la angustia
Cuando un paciente llega porque ha tenido crisis de ansiedad, recuerda perfectamente el primero de ellos, es un recuerdo muy vívido, como si fuera una marca. Cuando la persona logra ponerlo en palabras, muchas veces, no se detecta algo específico en esa situación que haya provocado los altos niveles de ansiedad que desató.
El no encontrar algo específico que desate los altos niveles de ansiedad es algo normal, ya que como se señaló, no son circunstancias donde haya un peligro real, son solo circunstancias que funcionan como interruptores de ansiedad, despertando la angustia por medio de síntomas somáticos o corporales, por ejemplo, aumento de palpitaciones, sudoración en las manos u opresión en el pecho.
La experiencia en psicoanálisis demuestra que a la ansiedad hay que hacerla hablar, ya que no es otra cosa que angustia no expresada. Durante el recorrido terapéutico, la persona no solo sentirá poco a poco alivio y disminución de la ansiedad, si no que también encontrará en el acompañamiento por parte del terapeuta las respuestas a algunos de los motivos que ocasionaron tal crisis. A partir del entendimiento podrá generar una respuesta propia a esa crisis y que a su vez le permita cambiar la dinámica de su vida, logrando un equilibrio emocional y conductual. Comprender el origen de la crisis, es decir los motivos por los cuales se desató la crisis, es esencial para poder evitar la repetición y la continuidad dentro del mismo ciclo o bucle.
Como hemos desarrollado, a veces utilizamos el cuerpo como medio de expresión, y cuando una vía es detectada como favorable, es decir como una vía posible de descarga de tensión libidinal, se volverá a utilizar cuando sea necesario. La terapia psicológica viene a cerrar esa vía para abrir otra, el uso de la palabra a partir del diálogo, menos sufriente y más saludable. Por eso, desde Tu Terapia brindamos un espacio de contención donde la palabra adquiera el valor que ha perdido.
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Artículo escrito por la Lic. Natasha Drago Grisak
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