A veces migrar nos empuja a repensar nuestro futuro, ya que las condiciones y el contexto han cambiado para nosotros. ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo no perdernos con todo lo que nos está sucediendo?
Las charlas con inmigrantes muestran que la reinvención está lejos de ser una excepción. Las oportunidades - o la falta de ellas - impulsan a las personas a crear alternativas para transitar una vida relacionada con sus deseos e intereses.
En este artículo abordaremos algunos conceptos relacionados al proyecto de vida en el país de acogida, y que forman parte del proceso que finaliza con la reinvención.
Proyecto de vida

En el momento que se toma la decisión de migrar, comienza a formar parte del proyecto de vida de la persona, es decir que hay motivos y objetivos en el medio que nos impulsan a tomar esa decisión, tan difícil y para muchos con gran carga de ansiedad y angustia. Así mismo, comenzamos a imaginar, a investigar y nuestras expectativas con el país elegido aumentan.
En general, la migración está relacionada con la búsqueda de un bienestar -económico y/o personal- que no estamos consiguiendo en el país de origen. Solemos centrarnos en aquello que nos falta, sin darnos cuenta que al llegar al país ese movimiento provoca pérdidas vinculadas a otras áreas como puede ser nuestras relaciones afectivas y sociales.
La idealización
Antes de viajar y durante el primer periodo de tiempo el país donde se ha decidido vivir está idealizado por el inmigrante. Es muy parecido a la etapa de enamoramiento, donde proyectamos en el lugar todo lo que nos faltaba: seguridad, economía, tranquilidad... Sin embargo, como todo enamoramiento, la desidealización en algún momento irrumpe y las pérdidas causadas por la migración aparecen. La desidealización es una condición necesaria. En este caso, sería la caída de los ideales antes puestos en relación al país elegido.
Solemos escuchar a los recién llegados hablar de manera “maravillada” del nuevo lugar, con el tiempo empiezan a caer algunos ideales y afloran las diferencias sentidas. En el proceso de desidealización escuchamos las resistencias que en general son verdades sentidas para el sujeto: “son diferentes a mi” “son muy estrictos en este país”, “para reunirnos en un bar hay que programar con dos semanas de anticipación”. Estas diferencias nos vislumbra de alguna manera que es un país diferente al imaginado y al que en algún momento investimos de afecto.
Un país diferente al soñado
Vivir en otro país es enfrentarse a situaciones diferentes a las que estábamos acostumbrados a vivir. Empezamos a absorber todo lo nuevo por un periodo largo de tiempo: lugares, costumbres, hábitos, idiosincrasia, formas de relacionarse y de vivir. Algunos ejemplos de ello puede ser desde el tipo de alimentación y su distribución durante el día, la programación estricta de las reuniones, e inclusive si vivis en otro país de habla hispana, pueden surgir diferencias en el uso de las palabras.
Pueden considerarse hasta insignificante para otros, sin embargo la carga de afecto que tiene esta relacionado con la pérdida que conlleva su aceptación, ya implica dejar de hacer lo que hicimos durante tantos años.
Por otro lado, es probable que lo no imaginado esté relacionado con los costos y pérdidas inherentes a la migración: las relaciones sociales y afectivas, la identidad cultural, hasta nuestros hábitos alimenticios. Como se nombró antes, cuando migramos solemos poner el foco en lo que falta y no en lo que perdemos durante el proceso. Migrar cuesta, duele y conlleva pérdidas muy significativas.
“Yo soy yo y mis circunstancias”
Son pocos los inmigrantes que llegan al país elegido con trabajo. Para la mayoría es empezar de nuevo con una maleta llena de aprendizajes y experiencias previas, son de alguna manera nuestros recursos, nuestro sostén frente a lo novedoso.
En este sentido, muchos profesionales se van a vivir a otro país con su titulo en mano, llenos de expectativas de poder trabajar de lo que estudiaron, de darle valor a su carrera porque en su país, la situación es difícil. “Trabajaba de lo mío, pero la plata no alcanzaba” se escucha en reiteradas oportunidades.
“Yo soy yo y mis circunstancias” es una frase célebre del escritor español Ortega y Gasset que puede verificarse en la experiencia migratoria. El concepto de reinvención parte primero de las dificultades observadas y sentidas durante la migración. Quitamos el velo para dar lugar a lo que efectivamente está sucediendo, y a partir de la pregunta ¿qué hago con esto? intentamos abrir nuevas puertas, creamos alternativas de acuerdo a las circunstancias, posibilidades y oportunidades que observamos en nuestro contexto.

El duelo en la reinvención
Cuando decidimos abrirnos a un nuevo camino, nos despedimos de los caminos transitados. El duelo de aquello que fue y ya no será, implica darle un valor positivo, ya que sin ellos no seríamos lo que somos. Implica aceptar que ese camino ya cumplió su ciclo, que fue una experiencia de aprendizajes de la que nos tenemos que despedir pero no olvidar.
Muchas veces se realizan duelos no resueltos, la sensación de finalizar un ciclo, por ejemplo vinculado a la carrera que hemos decidido estudiar y a la que sentimos como vocación nos produce angustia e insatisfacción. No queremos cortar ese hilo que hemos tejido durante años, no queremos “resignar” todo aquello que está investido de afecto, en el que circulan recuerdos de mucho esfuerzo. Lo ponemos en un lugar de objeto perdido donde la nostalgia se hace presente.
En estos casos, el reproche, la queja y la añoranza encuentran un lugar de permanencia, que nubla el horizonte y no nos permite avanzar con satisfacción.
¿Qué hacer con lo que nos está sucediendo?
Todo duelo necesita de una elaboración, es decir, poner en palabras lo que nos pasa, generar preguntas al respecto para poder abordar una respuesta que conlleva una responsabilidad subjetiva. También implica quitar el tinte negativo para valorarlo de manera positiva, de esa forma comenzamos a retirar el afecto para re-dirigirlo a otros campos de interés.
En Terapia por el mundo abordamos estas situaciones para que la persona pueda avanzar en su proyecto de vida, revisándolo y si es necesario reinventándose. El duelo conlleva angustia y sufrimiento, tener un espacio donde poder hablar y sentirse contenido/a te permitirá transitarlo adquiriendo la fortaleza para tomar las riendas sobre tu vida y no sentir que la vida te arrasa sin poder hacer algo al respecto.
Artículo escrito por Natasha Drago Grisak
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